Concurso Literario Sappi 2020

Recordamos aquellos momentos marcados por el confinamiento, cómo la pandemia nos cogió por sorpresa e impactó en nuestras vidas, a través de estos relatos seleccionados.

 

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El Rayo Blanco, de Rebeca Álvarez



En un lugar de Madrid de cuyo nombre no quiero acordarme pasé 50 días en cuarentena. Fueron los primeros 15, digamos, un limbo en el que me sentí extraña dentro de mi propia casa. Alienada por una situación que más bien parecía ficción… flotando, vagando de un lado a otro en el reducido espacio de un apartamento en el que entraba menos luz de la que un día me prometieron.

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Memorias, de María López

Alguien dijo que para ser feliz no hay que tener memoria, y eso es lo que he intentado desde el primer momento de esta surrealista situación. Me he negado a recordar cuándo empezó todo, incluso borraré la fecha en que todo esto termine, no quiero recordar ni números ni cifras,

especialmente esas que cada día nos recuerdan en las noticias. En cualquier caso no tendré ninguna dificultad…soy de la generación en la que había que elegir entre Ciencias y Letras, y como podéis intuir yo elegí la segunda opción.

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Todo sobre mi encierro, de Mónica López

Nos confinaron por no saber cómo gobernar el descontrol, mientras algunos desconfiamos. Y así estamos desde hace dos meses, la libertad se ha vuelto encierro y los lunes son domingo. Silencio, desiertos, quietud, persianas cerradas, personas encerradas.

Tenemos miedo de la saliva invisible y las máscaras ocultan más temor que prudencia. Estamos perdiendo el tacto por los guantes de plástico y porque cuando se nos permite salir por lo vital, lo hacemos sin medida. No sabemos guardar las distancias y mientras calculamos las pulgadas perdemos centímetros de esperanza. La emergencia se ha vuelto poder respirar bien y parece que no hay más males que nos acechen, como si el demonio pulsara solo una tecla. Así, que, ante más prioridades ahora precarias, la rueda tentada a detenerse amenaza un caos global.

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Desde mi ventana, de Mónica Niebla



La quietud en la calle, la carretera vacía, los caminos intransitados, el silencio humano sobresaltaba la esencia de la naturaleza, el cantar de los pájaros, la brisa marina, el murmullo del viento.

Todo ello contradiciendo el caos en los hospitales, la lucha por vivir, el sacrificio por sanar y por ayudar mientras muchos otros sólo podíamos estar en casa esperando. Todo terminaría, a muchos nos cambiaría, otros permanecerían igual y muchos otros llorarían sus pérdidas, pero seguirían adelante.

 

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Libertad, de Anna Porcel

Ahora hace tiempo que no nos vemos. De hecho, desde que fui mamá, tampoco es que disfrutemos de demasiado tiempo a solas. Pero ahora, más que nunca, te echo de menos. Llegados a este punto en el cual llevamos ya más de treinta días encerrados en casa, ya no sé donde más buscarte. Me asomo a la ventana, pero no te encuentro. Y cuando salgo al balcón, a veces te veo acompañando a los cuerpos de seguridad que velan para que no salgamos de casa. ¿Dónde quedan esos días en que lo compartíamos casi todo?

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Hoy no ha amanecido, de Antonio Rojas



Hoy no ha amanecido. Persiste obstinada la noche oscura de ayer, de anteayer, de ante anteayer… ¿Acaso alguien o algo la apagó…? No sé, no lo recuerdo... ¡Hace más de treinta, de cuarenta, de cincuenta días que no amanece… y desvarío! La semana pasada estaba jugando con las horas (las vuelvo locas), pues en este confinamiento me entretengo simulando perder y encontrar el tiempo, y luego volverlo a perder: me gusta perderlo, el tiempo digo, después de haber sido esclavo del reloj durante tantos años.

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